El reciente informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta un crecimiento económico global en declive, con una previsión particularmente sombría para ciertas regiones, donde se espera un lento crecimiento del 2.2% para 2025. Este dato, que podría pasar desapercibido en el torrente diario de noticias económicas, merece una pausa y un análisis más profundo. ¿Es posible que estemos presenciando el inicio de una 'década perdida' en términos de productividad y crecimiento económico en estas regiones?

La baja productividad ha sido señalada como uno de los factores clave detrás de este lento crecimiento. La productividad, entendida como la eficiencia con la que se producen bienes y servicios, es crucial para el desarrollo económico. Sin embargo, varios factores han contribuido a su estancamiento, entre ellos, la falta de inversión en tecnología, infraestructura deficiente, y un entorno regulatorio desfavorable que desalienta la innovación y la inversión.

El impacto de la baja productividad es multifacético. Por un lado, limita el crecimiento económico y la capacidad de los países para mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos. Por otro lado, incrementa la vulnerabilidad de las economías a choques externos, ya que una base productiva menos diversificada y avanzada tecnológicamente tiene menos capacidad de adaptación. Además, la baja productividad puede exacerbar desigualdades sociales, al restringir las oportunidades de empleo de calidad y aumentar la brecha entre los trabajadores de alta y baja calificación.

Las soluciones a este problema son tan complejas como sus causas. La inversión en educación y capacitación es fundamental para mejorar las habilidades de la fuerza laboral y adaptarlas a las demandas de una economía globalizada y tecnológicamente avanzada. Igualmente crítica es la necesidad de modernizar la infraestructura, no solo física sino también digital, para facilitar un entorno más productivo. La innovación debe ser incentivada a través de políticas públicas que promuevan la investigación y el desarrollo, así como mediante la creación de un entorno empresarial más dinámico y competitivo.

Es importante reconocer que la transformación hacia una mayor productividad es un proceso a largo plazo que requiere el compromiso sostenido de gobiernos, empresas y la sociedad en su conjunto. Sin embargo, el costo de la inacción es demasiado alto, especialmente para las regiones que ya están en riesgo de una 'década perdida'. La cooperación internacional también juega un rol crucial, ya que los desafíos de la productividad trascienden las fronteras nacionales y requieren soluciones coordinadas y coherentes a nivel global.

En conclusión, el lento crecimiento previsto para 2025 es un llamado de atención sobre la necesidad urgente de abordar la baja productividad. Aunque las soluciones no son fáciles, la alternativa —una prolongada fase de estancamiento económico y social— es inaceptable. La clave está en la acción colectiva y la voluntad política para implementar las reformas necesarias que impulsen la productividad y, con ella, el crecimiento económico sostenible y la mejora del bienestar para todos.